
Elenita y Pablo llevan 14 días en Canadá.
Elenita y Pablo han llamado a la empresa que da el servicio de internet en su ciudad y todo son pegas. Todo sería más fácil si no fueran inmigrantes recién llegados, porque no pueden dar una dirección canadiense anterior a la actual (porque no vivían allí antes) ni facilitar el número de una tarjeta de crédito de un banco local (porque no la tienen todavía). ¿Y cuál es la opción? Darles 250 dólares de fianza. ¡Sí hombre!, ha pensado Elenita. ¡Sí hombre!, ha pensado Pablo. Y así están.
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