martes, 2 de noviembre de 2010

Elenita en Halloween



Si en España empezamos un mes antes a prepararnos para Navidad, en Canadá hacen lo propio para Halloween. Nada más llegar a su nuevo destino, hace un mes, Elenita se dio cuenta de que su vecino ya estaba empezando a adornar su casa para la fiesta del 31 de octubre. Casi cada día añadía algo nuevo a su jardín: una calabaza, una lápida clavada en el césped, esqueletos temblorosos pegados a la valla... Todo un espectáculo digno de la fecha que se acercaba.

Cuando octubre se acercaba a su final y la noche de Halloween estaba al caer, Elenita se encontró con que cada casa de cada de vecino de su calle estaba perfectamente adornada. Todas las casas menos la suya, claro. Según supo, hordas de niños disfrazados llegarían a su casa, pelada de adornos, a aporrear la puerta (no hay timbre) y pedir caramelos y demás drogas blandas infantiles. Y ella tenía que estar preparada. Como no quería ser la extranjera odiosa del barrio, y aunque se negó a adornar la casa (quizá así se acercarían menos niños), nuestra amiga se preparó para la noche de estrés infantil, se hizo con una bolsa enorme de caramelos que allí se venden por toneladas y esperó paciente y temerosamente la llegada de los primeros niños canadienses.

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